El  lunes 9 de marzo, el Gobierno de la Comunidad de Madrid, decretó la suspensión de toda la actividad educativa a partir del miércoles 11 de marzo, para evitar la expansión del coronavirus en la región, que concentraba en ese momento la mitad de los contagios de España.

El martes 10, los niños acudieron a sus aulas habituales cargados de incertidumbre y de emociones contrapuestas y desbordantes. Por un lado, la alegría por el sueño cumplido, que todos los niños han tenido alguna vez, de no tener que ir al colegio. Por otro, el miedo ante una  nueva amenaza  desconocida, unido, a las propias  maneras de vivir y sentir de los diferentes niños.

Tras las clases de ese día, Rubén vino a su entrenamiento habitual. Rubén es un niño calmado, curioso, creativo, con buena gestión emocional, que el martes 10, era un ejemplo de la amalgama de emociones que supone para un niño una situación tan imprevista y, aunque estaba emocionado con  las novedades y las inesperadas vacaciones, no podía disimular su estrés. Aunque normalmente es un alumno entregado, que sigue con facilidad el ritmo del entrenamiento, capaz de   mantener su atención y esfuerzo, ese día, no podía permanecer sentado en la silla.  Fue al baño en cuatro ocasiones en una hora, pidió cambiar de tarea cada 15 minutos, estaba deseando irse y cuando llegó el momento, quería quedarse…, En definitiva, lo esperable, cuando ocurre algo nuevo e impredecible.

El COVID-19, reúne todas las características para ser una desencadenante de estrés. Por tanto, tal y como ya reflejó Rubén desde el primer momento, ante su amenaza, cualquier persona y también los niños, van a ver alterado su equilibrio psicológico y fisiológico, desequilibrio que se refleja en un estado de activación marcado por una serie de consecuencias de tipo neurofisiológico, cognitivo y emocional.

Si las consecuencias del estrés ya son importantes para cualquier persona, los niños, por tener aún un cerebro en desarrollo, son más vulnerables al mismo.

El enemigo número 1 del cerebro es el estrés, no el estrés puntual, sino el estrés crónico. El estrés produce cortisol y adrenalina y afecta a las funciones cerebrales que intervienen en los aprendizajes. Si es crónico, puede llegar a alterar las conexiones neuronales de forma permanente. Por tanto, más que nunca tu hijo necesita tu acompañamiento y guía para sostener su estrés.

No es tarea fácil, teniendo en cuenta las implicaciones, consecuencias y pérdidas que esta pandemia ha traído para toda la humanidad, pero es tu responsabilidad como progenitor y, en esta ocasión, hay que dar prioridad a esa responsabilidad por encima de cualquier otra.

Afortunadamente, tu hijo dispone de un cerebro que puede jugar a su favor, incluso en situaciones como esta. Solo necesita recibir la estimulación que favorece su funcionamiento óptimo, la cual, además, te van a ayudar a dar respuesta a uno de los mayores retos que tienes por delante: incluir “el colegio en casa”

Algunas claves que pueden ayudarte a favorecer ese funcionamiento óptimo son las siguientes:

  1. Establecer rutinas.

Las rutinas favorecen que el cerebro automatice conductas y pueda liberar recursos para dedicarlos a otras demandas del ambiente. Tu hijo tenía una rutina escolar establecida que ha cambiado. Es importante que establezcas  una hora de levantarse. Desayunar juntos puede favorecer que sea un espacio en el que  le ayudes a planificar su trabajo escolar ya que es algo que suele dirigir el profesor en el aula y, de un día a otro, se han multiplicado por cien sus necesidades de resolver con autonomía. Los horarios regulares del resto de comidas y de sueño también van a disminuir la presencia del estrés.

 

  1. Planificar descansos.

Uno de los retos de traer el colegio a casa, es que en un mismo espacio hay que diferenciar las tareas escolares de las que habitualmente se hacen en casa, más ligadas al ocio y tiempo libre, como ver la televisión o acceder a la tecnología. Si ayudas a tu hijo a organizar un horario, en el que se incluyan los recreos, la duración de los mismos y las actividades concretas que se pueden realizar en cada uno, va a conseguir un mejor aprovechamiento de su tiempo,  va a influir positivamente en su bienestar y también te va a facilitar compatibilizar tus distintas responsabilidades.

 

  1. Programar tiempo de calidad en familia.

Este tiempo es el que da espacio a escuchar a los niños, a permitirles expresar sus opiniones y preocupaciones, a tener en cuenta sus propuestas. Es también el tiempo en el que compartes juegos e intereses con tu hijo, porque te dan la oportunidad de disfrutar como un niño, en los que no haces como que juegas, sino que sientes que es la mejor manera de ocupar tu tiempo.

 

  1. Facilitar el apoyo social.

El área social de cualquier niño tiene mucho protagonismo,  en el estilo de vida que hemos ideado para ellos, en el que pasan más tiempo con los iguales que en familia. Los más mayores, que tienen su propio ordenador y móvil, van a encontrar alternativas de apoyo social, con facilidad. Los más pequeños pueden necesitar tu ayuda para mantener contacto a través de video- llamadas con los niños que forman parte de su vida.

 

  1. Hacer sitio al sentir.

Abre los brazos a la experiencia emocional de tu hijo. Acoge su tristeza, su enfado, su rabia, su miedo. No importa que el desencadenante de sus emociones no sea importante, desde tu perspectiva. Ayúdale a identificar lo que siente, ya que el hecho de poder poner un nombre a su emoción, es en sí mismo liberador, y, solo después de acogida e identificada la emoción, puedes ofrecerle alternativas para encauzar sus emociones de forma satisfactoria.

 

  1. Practicar ejercicio físico.

El ejercicio físico es un antídoto contra el estrés. La mayoría de los niños practican deportes como parte de sus actividades extraescolares. Estar confinados en casa, no ofrece las alternativas más atractivas para que los niños hagan deporte, pero, la posibilidad de “mover el cuerpo” en familia, de hacer actividades físicas, que no se suelen practicar en el espacio doméstico, puede tener un atractivo que resulte muy motivante para tu hijo.

 

  1. Fomentar la lectura.

Leer permite a los niños, trasladarse a otras dimensiones donde pueden imaginar entornos diferentes  a través de las palabras expresadas.  En la lectura entra en juego, la fantasía y la ilusión. Mientras tu hijo lee, se distancia de lo cotidiano, de sus sinsabores y temores y, por tanto, disminuye su posible estrés. La lectura, además, es una tarea compleja para el cerebro, con la que se estimulan habilidades importantes para el aprendizaje.

 

  1. Promover la curiosidad y la creatividad.

La creatividad aumenta la resiliencia de cualquier ser humano ante la adversidad. Los niños son curiosos por naturaleza, aunque poco a poco las exigencias educativas van matando su creatividad. En la crisis del Covid-19 que les ha tocado vivir, la música, el arte, el cine, los experimentos, pueden ser los mejores aliados en su protección.

 

  1. Incluir la atención plena.

Enseña a tu hijo a poner su atención en el momento presente. Incorpora en la vida cotidiana pequeños ejercicios dirigidos a enfocar su atención en su experiencia sensorial (sonidos, olores, sabores, texturas). Ayúdale a tomar conciencia de sus sensaciones corporales, Valora el silencio y considera la importancia de la respiración. Todas estas herramientas son imprescindibles para reducir el estrés.

 

  1. Retroalimentar la confianza en sí mismo.

Cuando cambian las reglas del juego, la confianza en sí mismo se resiente, ya que cambian los límites y señales en los que se apoya la sensación interna de sentirse seguro. Eso le ha pasado a tu hijo de un día a otro. Su vida ha cambiado. Ahora más que nunca, necesita recibir tu reconocimiento  por su valor diferenciador y sentir que le aceptas y te gusta tal y cómo es.

 

No es tarea fácil poner en marcha estas claves, ni tener,  de un día para otro, el colegio en casa, Los cambios repentinos nos cuestan a todos, tal y como ya mostró Rubén desde el principio.  Estar confinado machaca psicológicamente y además, estamos expuestos al miedo por la propia supervivencia y la de nuestrso seres queridos. Rubén ya expresó estos miedos en su última sesión conmigo y  unas semanas después, su abuela, que era paciente de riesgo, ha fallecido por coronavirus. Su miedo se ha transformado en una realidad a la que tiene que hacer frente.

Por eso, aunque para nosotros sea muy difícil, tenemos que acompañar  a nuestros niños en sus necesidades más que nunca.

 

Si necesitas ayuda, no dudes en contactar conmigo. Puedes escribirme a :

 

pilarm@dalecuerdaalcerebro-es